A puertas de una crisis alimentaria global, la agroecologĂa nos propone soluciones sĂłlidas, sostenibles y viables. ArtĂculos como el publicado en El PaĂs se basan en un profundo desconocimiento y en pesquisas poco rigurosas que obstaculizan la posibilidad de cambio hacia un nuevo modelo agroalimentario.Â
Mito nĂşmero uno: la agroecologĂa es agricultura ecolĂłgica
“Detrás [de] las imágenes de mujeres sonrientes con azadas se esconden las ideas románticas de lo que creemos que es la agricultura ecológica, y lo que es realmente en la práctica”
Agricultura ecolĂłgica y agroecologĂa no es lo mismo. La agroecologĂa es un enfoque agrĂcola ligado al medio ambiente con sensibilidad social, polĂtica y cultural. Se centra en la sostenibilidad y la restauraciĂłn de ecosistemas; emplea tecnologĂas ancestrales y modernas y tiene una visiĂłn sistĂ©mica que busca la soberanĂa alimentaria, el desarrollo territorial y el Buen Vivir.Â
Mientras que la agricultura ecolĂłgica es un conjunto de prácticas agrĂcolas que incorpora conocimientos cientĂficos modernos. Su producciĂłn está, en su gran mayorĂa, centrada en lo productivo, comercial y en la obtenciĂłn de certificaciones. Apuesta por la exportaciĂłn de productos y al acceso de mercados exclusivos nacionales e internacionales.
Mito nĂşmero dos: hacer compost es hacer agroecologĂa
El autor menciona ejemplos de agricultores en Guatemala y Burkina Faso que no cubren las necesidades de producciĂłn agrĂcola porque usan abonos orgánicos.
La agroecologĂa no consiste en sustituir abonos quĂmicos por orgánicos, ya que en ambas prácticas se mantiene la dependencia de insumos externos. El esfuerzo y alto costo de los insumos orgánicos externos son poco viables, puesto que no cubren eficazmente los requerimientos de los suelos degradados.
AsĂ como los bosques no necesitan de abonos, una de las bases de la agroecologĂa es apostar por la generaciĂłn de materia orgánica in-situ para recuperar la fertilidad natural del suelo. Para esto necesitamos realizar prácticas muy sencillas como la diversificaciĂłn de cultivos, la recuperaciĂłn de la cobertura vegetal o la siembra de leguminosas, entre otros.
Mito nĂşmero tres: la agroecologĂa se opone a la tecnologĂa
“En ausencia de números, nos basamos en la estética, y eso nos pierde, porque viendo un paisaje de arrozales en terrazas no pensamos en el trabajo inhumano que representa: preparar la tierra, sembrar y cosechar en desnivel. Solo vemos un paisaje bonito e inferimos que quienes viven allà son felices”.
Romper con la percepciĂłn romántica de la pobreza es un ejercicio pendiente, sobre todo, en el hemisferio norte. Donde el autor ve falta de mecanizaciĂłn, en los paĂses andinos y amazĂłnicos vemos la continuidad cultural e histĂłrica de civilizaciones con siglos de existencia.
Mientras la revoluciĂłn verde impuso un sistema de monocultivos dependientes a los fertilizantes y pesticidas, la agroecologĂa considera la recuperaciĂłn y promociĂłn de conocimientos ancestrales que cuidan el equilibrio natural. Las poblaciones originarias son herederas de altos conocimientos agrĂcolas e hidráulicos que producen sin sacrificar a los ecosistemas de montañas y bosques. Precisamente es la desvalorizaciĂłn y el desconocimiento de estas tecnologĂas lo que da paso a una visiĂłn extractivista que considera al “suelo” y al “agua” como recursos que hacen posible la máxima productividad, no para satisfacer el hambre en el mundo, sino para seguir enriqueciendo a un modelo agroalimentario extractivista, insostenible en un planeta con recursos limitados.
Mito nĂşmero cuatro: “La agroecologĂa ha triunfado, y eso hay que agradecĂ©rselo, al mostrar las contradicciones de un sistema alimentario demasiado dependiente de los combustibles fĂłsiles, que son reales y graves, pero sin ofrecer en la práctica soluciones viables”.
¡Ojalá la agroecologĂa triunfe algĂşn dĂa! Invitamos al autor a informarse de las posibilidades reales de la agroecologĂa desde una perspectiva regenerativa, territorial y polĂtica. Probablemente, sea una perspectiva difĂcil de comprender en el norte global donde prima el productivismo y desarrollismo en base a la degradaciĂłn constante de la naturaleza, pero confiamos en que la bĂşsqueda de alternativas sistĂ©micas les lleve a cuestionarse sus verdades paradigmáticas.
Estudios en Bolivia demuestran cĂłmo en solo un año de campaña agrĂcola, por ejemplo, de tarwi o chocho (Lupinus mutabilis), se puede restaurar la fertilidad natural del suelo. Esto es viable, cuantificable y replicable.Â
Un suelo sano no solo nutrirá adecuadamente a los cultivos, sino que contribuirá además con el almacenamiento del agua y la captura de carbono. Sin embargo, la siembra de leguminosas es solo una medida de urgencia. A mediano plazo, estas acciones deberĂan conjugarse con sistemas agroecolĂłgicos diversificados que se conviertan en modelos productivos sostenibles respaldados por polĂticas pĂşblicas.
El artĂculo publicado en El PaĂs, poco riguroso y pernicioso, confirma que existe una serie de mitos y falsas ideas sobre la agroecologĂa que entorpecen las posibilidades de un cambio por un modelo agroalimentario mejor. El modelo actual es insostenible y está trayendo consecuencias ecolĂłgicas irreparables, como el 40% de suelos mundiales degradados segĂşn un reciente estudio de las Naciones Unidas.
Para implementar las prácticas agroecolĂłgicas a una escala global y cambiar el sistema actual aĂşn se necesita fortalecer a las organizaciones de base campesina, comunitaria e indĂgenas; cambiar el enfoque de la academia respecto a las ciencias agrarias, e impulsar polĂticas pĂşblicas sĂłlidas que respalden estas perspectivas. Las problemáticas sociales, ambientales, climáticas y polĂticas ya son lo suficientemente crĂticas como para que se difundan ataques fortuitos a la propuesta agroecolĂłgica. Los alarmantes pronĂłsticos globales deberĂan, en su lugar, inspirar la suma de esfuerzos por otros modos de vida más sanos, más justos, y más conscientes de nuestra interdependencia con la naturaleza.Â
Lamentamos que entidades de cooperaciĂłn, multilaterales, medios de comunicaciĂłn y polĂticas pĂşblicas diversas sigan promoviendo esta confusiĂłn.
Con la agroecologĂa, otra agricultura es posible.Â