Las comunidades andinas del distrito cusqueño de Chinchero están comprometidas con el cuidado del agua y la agroecología. En Qawarisun acompañamos a uno de los equipos territoriales a un monitoreo hidrológico del Centro Bartolomé de Las Casas.
En los últimos meses escuchamos por primera vez en los medios de comunicación los términos “siembra y cosecha de agua”. Lo cierto es que ya hace unos años se inició en el Perú con una serie de proyectos en la cordillera de Los Andes para mejorar el manejo hídrico de las cuencas de los ríos y la conservación de suelos.
En un escenario de crisis climática, en que los patrones de lluvias varían año a año, estas prácticas son cruciales para garantizar la seguridad hídrica de los habitantes de las comunidades andinas, especialmente en los meses en que se ausentan las lluvias.
Hoy sabemos que gracias a la agroecología, que une tecnologías actuales y conocimientos ancestrales, es posible captar agua para la recarga de los acuíferos, manantiales y pastizales.
Estas prácticas incluyen, por ejemplo, la creación de lagunas artificiales, zanjas de infiltración, la reforestación con especies de árboles nativos y el incremento de la vegetación y la capacidad de retención de humedad del suelo mediante cultivos y prácticas agroecológicas.
Piuray: un símbolo de conservación
Las comunidades andinas no son las únicas beneficiadas. Kilómetros más abajo, las grandes ciudades reciben el suministro de agua gracias a los esfuerzos realizados en las cabeceras de cuenca.
Un caso emblemático de estas prácticas a nivel nacional es el caso de la laguna de Piuray y la microcuenca Piuray Ccorimarca, ubicada en las alturas del Cusco, en el distrito de Chinchero.
Esta experiencia destaca por dos motivos: por un lado, las comunidades trabajan activamente en la siembra y cosecha de agua a través de la recuperación de suelos y, por el otro, es uno de los primeros mecanismos de retribución por servicios ecosistémicos en el Perú en haber sido implementado.
Desde el año 2019, una fracción del recibo de agua que paga la población cusqueña, está destinada a las comunidades que trabajan en lo alto de la cuenca. La laguna de Piuray es la encargada de proveer el 37% del agua de la ciudad del Cusco.
En el terreno
“Estas mediciones sirven para saber qué cantidad de agua aportan como sector a la laguna. Sabemos que la laguna es una fuente de agua para Sedacusco, para el consumo de agua en la ciudad. Sedacusco les da un fondo a las comunidades por el agua que aportan”, explica Noe Cjuiro Paucar.
Tras bastidores de la siembra y cosecha de agua, así como las prácticas de agroecología, existe un esfuerzo permanente de las comunidades y de especialistas, como el equipo territorial de Hatun Mayo del Centro Bartolomé de Las Casas (CBC).
El pasado 5 de mayo se realizó un monitoreo hidrológico en la Comunidad Campesina Cuper. El Observatorio de Agua, Agroecología y Soberanía Alimentaria – Qawarisun acompañó a miembros del proyecto Gestión social del agua en la región de Cusco – Piuray para el levantamiento de datos hidrológicos que permitan conocer cuál es el aporte de la siembra y cosecha de agua que se realiza en la zona.
La visita incluyó el mantenimiento del vertedero, –donde se encuentra el sensor de caudal que envía datos vía satélite, cada 15 segundos al centro informático del CBC– y la toma de datos del piezómetro, herramienta que mide la presión del agua subterránea a 10 metros de profundidad.
“El vertedero nos ayuda a saber si está aumentando o disminuyendo el recurso hídrico por los trabajos que se están realizando en la cabecera de cuenca, y que los comuneros también puedan distribuir el agua para riego, crianza de animales u otros fines”, concluye.
Los resultados de estos monitoreos aún están en proceso de preparación y las labores comunales de mantenimiento continúan. Mientras tanto, parte del informe del monitoreo es la afortunada presencia de varias ranas, un indicador biológico positivo. Una señal de la naturaleza, quizás, que devela que estos esfuerzos por la conservación del agua y los ecosistemas van por buen camino.